Cómo los tipos de cambio flexibles ayudaron a América Latina a adaptarse a los shocks de precios de las materias primas

Los precios mundiales de las principales exportaciones de América Latina —petróleo, metales y productos agrícolas— han descendido de los máximos que registraron durante el superciclo en 2011, y la demanda de los socios comerciales ha ido debilitándose, reduciendo los ingresos por exportaciones marcadamente. En la mayor parte de América del Sur, los ingresos generados por las exportaciones se han reducido en una tercera parte, y en más de la mitad en el caso de Venezuela. En algunos casos la magnitud de estos shocks ha sido histórica, ubicándose estos desplomes de los precios del comercio entre los más importantes que hayan experimentado las economías emergentes a escala mundial desde 1960.

En el capítulo 3 de la edición más reciente de Perspectivas económicas: Las Américas sostenemos que la flexibilidad del tipo de cambio ha rendido fruto al hacer menos costoso el ajuste ante estos shocks. No obstante, la mayor parte del apoyo derivado de las depreciaciones se ha logrado a través de la sustitución de las importaciones —es decir, el reemplazo de las importaciones con producción interna—, ya el estímulo a las exportaciones ha desempeñado un papel secundario.

En un claro quiebre con las políticas procíclicas de décadas pasadas, muchos países de América Latina se apegaron firmemente a sus regímenes de tipo de cambio flexible y permitieron que sus monedas se devaluaran sustancialmente. Dada la magnitud del shock, las monedas de Brasil, Chile, Colombia y México perdieron aproximadamente la mitad de su valor frente al dólar de EE.UU.

Ajuste ante shocks externos: Teoría y práctica

¿Cómo se espera que reaccionen las economías tras una caída tan importante de los precios de sus exportaciones y, por ende, de sus ingresos derivados de las exportaciones? Si bien es cierto que las reservas constituidas durante los auges pueden proporcionar un respiro, tarde o temprano los países tendrán que realizar el ajuste, ya sea reduciendo las importaciones, incrementando las exportaciones, o mediante una combinación de ambas cosas. En teoría, este ajuste ocurre a través de lo que los economistas denominan efectos ingreso y de reorientación del gasto.

Los efectos ingreso son un reflejo doloroso de una realidad más cruda: los países se han empobrecido, en el sentido de que su poder adquisitivo en el exterior se ha reducido. El ajuste de cinturones ante la disminución del ingreso implica una contracción de la demanda interna y de las importaciones.

Además, el movimiento de los precios relativos puede desencadenar una serie de efectos de reorientación del gasto que implicarían una reorganización de los patrones de producción y de gasto entre bienes y países. Al encarecerse los bienes extranjeros, los consumidores internos se vuelcan hacia alternativas internas más económicas, estimulando así la producción local. Y al tornarse más baratos en términos de dólares, los productos de exportación pasan a ser más accesibles para los compradores del exterior. En la medida en que facilite la reorientación del gasto, la flexibilidad del tipo de cambio puede ser un amortiguador de importancia clave para las pequeñas economías abiertas que enfrentan shocks externos, ya que estimula las exportaciones y respalda la demanda interna y el producto interno.

¿Cómo tienden los países a realizar el ajuste en la práctica? Basado en un estudio reciente de Adler, Magud y Werner sobre colapsos de los términos de intercambio en 150 economías emergentes desde 1960, mostramos que los efectos ingreso tienden a dominar el proceso. Es decir, en los países que se ven golpeados por estos tipos de shocks, las importaciones y la demanda interna suelen reducirse marcadamente. En cambio, el estímulo derivado del aumento de las exportaciones y del producto interno por lo general es un factor secundario.

La experiencia reciente de América Latina

Analizamos la experiencia reciente de América Latina en términos de un coeficiente de sacrificio del ajuste externo, o sea, el grado en que la demanda interna ha de comprimirse para que la balanza comercial mejore en 1 punto porcentual del PIB. Tras el reciente shock, el coeficiente de sacrificio de las economías de la región con regímenes de tipo de cambio flexible ha sido aproximadamente la mitad que el coeficiente observado en los países con tipos de cambio administrados. Mientras tanto, los tipos de cambio fijos se han tornado más onerosos —es decir, se precisa una mayor compresión de la demanda interna para lograr el mismo ajuste—, siendo una de las razones un deterioro de la competitividad de las exportaciones debido al fortalecimiento de sus monedas frente a las monedas de los socios comerciales.

El fenómeno de la reorientación del gasto puede observarse en el desempeño de las exportaciones y las importaciones en los países con tipos de cambio más flexibles. En estos países, los exportadores de productos distintos de las materias primas han respondido positivamente a la depreciación real tras el shock de los términos de intercambio, aunque el efecto ha sido relativamente débil: una depreciación real de un 10 por ciento incrementa las exportaciones reales en tan solo 2 por ciento en un año, al tiempo que reduce las importaciones reales en casi un 7 por ciento.

Implicaciones para las políticas

Pese al papel secundario que desempeñan las exportaciones a nivel agregado, un análisis más detallado revela que los productos manufacturados tienden a mostrar una mayor capacidad de respuesta a las depreciaciones de la moneda que las materias primas. Por lo tanto, la flexibilidad del tipo de cambio puede respaldar las políticas estructurales que apunten a reorientar los recursos de América Latina hacia los sectores no relacionados con las materias primas, dado que las depreciaciones impulsan las exportaciones de manufacturas más que las de otros bienes. Apoyar a un sector manufacturero dinámico también ayudaría a fomentar la diversificación y elevar el potencial de crecimiento de la región.