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Inversión pública para la recuperación

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Vitor Gaspar, Paolo Mauro, Catherine Pattillo y Raphael Espinoza

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Los gobiernos de todo el mundo están tomando medidas extraordinarias para afrontar la crisis de la COVID-19. Sin dejar de centrarse en dar respuesta a la emergencia sanitaria y proporcionar asistencia de emergencia a hogares y empresas, los gobiernos han de preparar las economías para la transición al mundo pospandemia, lo que incluye ayudar a las personas a volver a trabajar.

La inversión pública es esencial. La nueva edición de nuestro informe Monitor Fiscal muestra que aumentar el gasto público en las economías avanzadas y de mercados emergentes podría ayudar a reactivar la actividad económica tras el derrumbamiento de la economía mundial más brusco y profundo de la historia contemporánea. También podría crear millones de puestos de trabajo directamente en el corto plazo y millones más de forma indirecta en el largo plazo. Un aumento de la inversión pública equivalente al 1% del PIB podría fortalecer la confianza en la recuperación e incrementar el PIB en un 2,7%, la inversión privada en un 10% y el empleo en un 1,2% si las inversiones son de alta calidad y si la actual carga de la deuda pública y privada no menoscaba la respuesta del sector privado a estos estímulos.

En esta edición de nuestro informe Monitor Fiscal analizamos por qué se necesita más inversión pública, el efecto que podría tener en el crecimiento y el empleo y lo que los gobiernos pueden hacer para cerciorarse de que la inversión contribuya a la recuperación.

Argumentos a favor de un aumento de la inversión

Ya antes de la pandemia, llevábamos más de un decenio con la inversión mundial en niveles muy bajos, pese al evidente deterioro de carreteras y puentes en algunas economías avanzadas y las ingentes necesidades de infraestructuras de transporte, agua potable, saneamiento, etc. en la mayoría de las economías emergentes y en desarrollo. Ahora existen necesidades acuciantes de inversión en sectores fundamentales para el control de la pandemia, como la atención de salud, la educación, la seguridad de los edificios, la seguridad del transporte y la infraestructura digital.

El bajo nivel de las tasas de interés en todo el mundo también apunta a que es un buen momento para invertir. El nivel de ahorro es elevado, el sector privado se mantiene a la espera y hay muchas personas desempleadas que pueden ocupar los puestos de trabajo que se creen gracias a la inversión pública. La inversión privada es muy escasa, debido a la fuerte incertidumbre acerca del futuro de la pandemia y las perspectivas económicas. Por lo tanto, en muchos países ha llegado la hora de acometer inversiones públicas de alta calidad en proyectos prioritarios, lo que puede hacerse endeudándose a un costo reducido.

La inversión pública ser fundamental para la recuperación, ya que podría generar, de forma directa, entre 2 y 8 puestos de trabajo por cada millón de dólares gastado en infraestructuras tradicionales, y entre 5 y 14 empleos por cada millón gastado en investigación y desarrollo, electricidad verde y edificios eficientes.

No obstante, los proyectos de inversión pueden tardar en ejecutarse. Para que la inversión cree empleos ahora —que es cuando más se necesitan—, los países deberían impulsar el mantenimiento de las infraestructuras, siempre que se considere seguro. También es hora de empezar a reconsiderar y reanudar proyectos prometedores que se retrasaron por la crisis, de acelerar proyectos ya previstos para que se cristalicen en los próximos dos años y de concebir otros nuevos ajustados a las prioridades poscrisis.

Encontrar el equilibrio justo

Sin embargo, a algunos países les resultará endeudarse para invertir en vista de que las condiciones de financiamiento son restrictivas. Aun así, un aumento progresivo de la inversión pública financiada mediante deuda podría compensar a estos países, siempre que los riesgos de refinanciamiento de la deuda y las tasas de interés no suban demasiado y que los gobiernos escojan con acierto los proyectos de inversión. Es posible que los países también tengan que reasignar el gasto o recaudar ingresos adicionales para inversiones prioritarias.

Los países más pobres —especialmente en el contexto de los Objetivos de Desarrollo de Sostenible para 2030— necesitarán ayuda financiera de la comunidad internacional. Invertir en la adaptación al cambio climático es crucial, sobre todo en los países susceptibles a inundaciones y sequías. Ha habido ayuda oficial, pero los USD 10.000 millones asignados en 2018 se quedan cortos frente a los USD 25.000 millones de inversión que necesitan anualmente las economías de bajo ingreso, según estimaciones del personal técnico del FMI.

Mantener la calidad de los proyectos de inversión es esencial. Hemos observado, por ejemplo, que el costo de un proyecto concreto puede aumentar hasta un 10%-15% simplemente si se lleva a cabo en un período en el que la inversión es especialmente elevada. Los incrementos de costos tienden a ser más altos y los proyecto sufren retrasos más prolongados si se autorizan y ejecutan cuando la inversión pública aumenta sustancialmente, según nuestro análisis. Los incrementos rápidos de la inversión pública también acarrean el riesgo de facilitar la corrupción. Igualmente, resulta crucial mejorar la gestión de gobierno relacionada con la selección y administración de los proyectos, porque hay un margen de un tercio, en promedio, para mejorar la eficiencia de las infraestructuras (como muestra un libro publicado recientemente por el FMI sobre cómo una sólida gestión de la infraestructura puede poner fin al despilfarro de la inversión pública: Well Spent: How Strong Infrastructure Governance Can End Waste in Public Investment).

Catalizar de la inversión privada

También analizamos cómo, en esta crisis tan particular, la inversión pública podría dar al crecimiento un impulso suficiente para catalizar la creación de nuevos puestos de trabajo en el sector privado.

Examinamos si el efecto del gasto público adicional en el PIB (el «multiplicador fiscal») podría atenuarse porque algunos trabajos no pueden realizarse de forma segura durante la pandemia y porque las empresas saldrán de la crisis con menos capacidad financiera para invertir.

No obstante, en esta época de gran incertidumbre, la inversión pública puede fortalecer la confianza de los inversionistas privados en la recuperación y alentarlos a que ellos también inviertan, en parte porque es una muestra del compromiso del gobierno con el crecimiento sostenible. Los proyectos de inversión pública también pueden estimular la inversión privada de una forma más directa. Por ejemplo, las inversiones en comunicaciones digitales, electrificación o infraestructuras de transporte posibilitan el surgimiento de nuevas empresas. Asimismo, nuestros resultados muestran que las inversiones en sanidad y otros servicios sociales están asociadas con notables incrementos de la inversión privada en un horizonte temporal de un año.

En resumen, la inversión pública es un componente muy poderoso de los programas de estímulo destinados a limitar las repercusiones económicas de la pandemia. Incluso mientras continúan salvando vidas y los medios de subsistencia de los ciudadanos, los países pueden ir sentando los cimientos de una economía más resiliente si invierten en actividades muy productivas, generadoras de empleo y más verdes.

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