Cinco conclusiones que se extraen de las perspectivas económicas de Uruguay

[caption id="attachment_10757" align="alignleft" width="1024"] Personas sacando fotos en Montevideo, Uruguay, donde se estima un crecimiento de 2% para 2019 (foto: Global_Pics/iStock)[/caption]

Por Países en el foco del FMI 

A lo largo de la última década y media, la economía uruguaya ha mostrado una resiliencia que ha ayudado a reducir la pobreza y elevar los ingresos a uno de los niveles más altos de la región. Pero últimamente el crecimiento se ha moderado y el país ahora se enfrenta a los desafíos de una baja inversión, caída del empleo y un entorno externo incierto, según el último análisis económico anual del FMI. He aquí cinco conclusiones principales del último informe que arrojan luz sobre la salud económica de Uruguay y sus perspectivas.

  1. Crecimiento

Aunque el consumo siguió respaldando la demanda interna, la inversión privada sigue estando alicaída y las exportaciones netas (el valor de las exportaciones totales del país menos el valor de sus importaciones totales) se tornaron negativas, lo que entorpece el crecimiento. Además, una fuerte sequía en el primer trimestre de 2018 perjudicó la cosecha de los cultivos de verano (sobre todo la soja). Para 2018 y 2019 se proyecta que el crecimiento ronde el 2%, debido a la floja demanda de los socios regionales combinada con el repunte previsto de la agricultura y la inversión, y para 2020 se proyecta que se recupere a 3%.


  1. Instituciones sólidas

Será necesario mantener la firme trayectoria de Uruguay —fundada en instituciones sólidas y políticas económicas prudentes— para hacer frente al empeoramiento de la coyuntura externa. Uruguay es una economía abierta pequeña, lo que la hace vulnerable a los cambios en la actitud de los mercados internacionales y a los efectos de contagio regionales. Gracias a sólidas políticas económicas —como la diversificación de las exportaciones y sus destinos, el manejo prudente de la deuda, el pre-financiamiento de las necesidades de fondeo externo, y a las menores vulnerabilidades del sector bancario y al gran monto de sus reservas internacionales, Uruguay ha podido soportar algunos shocks regionales.

En el futuro, a fin de salvaguardar los avances logrados en materia social en la última década y de apuntalar el crecimiento, el gobierno debe aprovechar las ventajas institucionales de Uruguay para reforzar los marcos de política fiscal y monetaria e impulsar nuevas reformas para mejorar los resultados de educación y fomentar la competitividad y la inversión del sector privado.

  1. Deuda

Encauzar la deuda por una trayectoria descendente puede ayudar a contener los riesgos fiscales. Una reducción del déficit presupuestario global del gobierno, que habría de basarse en la disminución del elevado gasto corriente, ayudaría a situar la deuda en una firme trayectoria a la baja. Además, las tarifas de los servicios públicos deberían modificarse en función de la estructura de costos y las necesidades de inversión de las empresas públicas.

  1. Inflación

Es importante bajar la inflación hacia la mitad del rango meta a fin de anclar las expectativas inflacionarias. Desde mediados de 2018, la inflación ha estado por encima del rango meta, debido a la sequía y a la depreciación del peso, y actualmente es de 7,4%. La orientación de la política monetaria debe seguir ajustándose hasta que la inflación y las expectativas inflacionarias se acerquen al punto medio del rango meta (5%).

  1. Reformas

Las políticas estructurales pueden ayudar a garantizar que los ingresos continúen convergiendo hacia los niveles de las economías avanzadas. Una posibilidad sería crear un mayor margen para el gasto presupuestario público a fin de incrementar la inversión en infraestructura, como por ejemplo con el reciente proyecto ferroviario. Una reforma del sector educativo puede ayudar a preparar a los que buscan empleo para un mercado laboral impulsado por la tecnología. Además, para fomentar la inversión privada se puede mejorar el clima general de negocios y el acceso al financiamiento.