Credit: Un panel electrónico en Times Square en Nueva York informa sobre el colapso de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. Una década más tarde, el sector financiero ha sido reforzado considerablemente, pero el programa de reforma está inconcluso. (foto: Joshua Lott/Reuters/Newscom)

Una década después de Lehman, el sistema financiero es más seguro. Ahora hay que evitar la fatiga de la reforma

[caption id="attachment_10034" align="alignleft" width="1024"] Un panel electrónico en Times Square en Nueva York informa sobre el colapso de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008. Una década más tarde, el sector financiero ha sido reforzado considerablemente, pero el programa de reforma está inconcluso. (foto: Joshua Lott/Reuters/Newscom)[/caption]

Por Adolfo Barajas, Claudio Raddatz y James P. Walsh

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En la década transcurrida desde que el colapso de Lehman Brothers desencadenara la peor crisis económica desde la Gran Depresión, la regulación y supervisión del sector financiero se ha reforzado considerablemente . Esto ha permitido reducir el riesgo de otra crisis, con todas sus secuelas: desempleo masivo, ejecuciones hipotecarias, quiebras. Pero ha surgido un nuevo riesgo: la fatiga de la reforma.

Al ir quedando atrás los recuerdos de la crisis, los participantes en el mercado financiero, las autoridades y los votantes están viendo con desazón los pedidos de nuevas regulaciones, y hay quienes incluso exigen que se revoquen algunas de las regulaciones vigentes. Hay una razón de peso para resistirse a estas presiones. El programa de reformas con el que se procuraba evitar otra crisis financiera todavía no ha sido implementado totalmente, y continúan surgiendo nuevos riesgos para la estabilidad financiera mundial. Para completar el programa y hacer frente a los nuevos retos, la cooperación internacional será crucial, según el capítulo 2 de la edición más reciente del Informe sobre la estabilidad financiera mundial.

Un sistema financiero más seguro

Sin duda, el sistema financiero es más seguro. Los bancos cuentan con reservas de capital más cuantiosas y de mejor calidad para absorber pérdidas, y están en mejores condiciones para convertir activos en efectivo en los períodos difíciles. Los países además utilizan pruebas de tensión para evaluar la salud de los bancos más grandes, y han establecido entidades supervisoras para vigilar los riesgos a los que está expuesto el sistema financiero. Pero aún hay tareas pendientes. Concretamente, se debe terminar de implementar el denominado coeficiente de apalancamiento, que limita la capacidad de los bancos para expandirse de forma excesiva durante los períodos de prosperidad, y los supervisores no deben permitir que flaquee la vigilancia de los bancos que, de quebrar, podrían poner en jaque al sistema financiero.

Estos son los ámbitos en los que las autoridades deberían centra su atención de aquí en adelante:

Estas son algunas de las deficiencias que persisten en el programa regulatorio posterior a la crisis. Pero también están surgiendo nuevos riesgos, como la amenaza desestabilizadora de ataques cibernéticos en las empresas financieras y las bolsas. Y las nuevas tecnologías financieras, si bien ofrecen ventajas como la de los pagos electrónicos más rápidos y baratos, también presentan desafíos. Los reguladores tienen que procurar incentivar la innovación que aporta ventajas, pero a la vez ofrecer resguardo frente a riesgos que podrían amplificar los shocks en el sistema financiero. Una vez más, la cooperación internacional será vital en este sentido, porque las tecnologías innovadoras no demoran en atravesar fronteras.

Ante todo, los reguladores deben evitar darse por satisfechos. No es posible reducir el riesgo de una crisis a cero, y tampoco es necesario intentarlo. Acumulados 10 años de experiencia en la ejecución de nuevas reformas, es hora de evaluar los efectos de esas reformas en la economía a más amplia escala. Así, los reguladores podrían evaluar si surgen disyuntivas entre los costos y las cargas impuestas por las nuevas reglas y las ventajas de una mayor seguridad. Y no deben olvidar que en los períodos de prosperidad el riesgo tiende a aumentar, y a migrar a nuevos e imprevistos rincones del sistema financiero. La próxima guerra no se librará con el mismo enemigo.

 

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